
Caía ella
como un helado clima conmovido
que hacía borrar hasta las columnas
del rosado cuerpo de un cirro.
Como si no la alcanzara,
ni a su roce dibujado de media luna
que emana del origen de la manzana
¡Su sonrisa parva!
Caía en un espacio de inmenso rocío
donde se mojaba hasta su alma
¡ Oh dolorosa de río doloroso!
Que en el movimiento de esa fuerza
se perdía su mirada.
Caía en un pleno aire de plaza,
pero de donde el sol se arrancaba
como huyendo del derrumbe de una
mina.
¡Oh casi congelada , mimosa!
Sin amor, sin nada,
dejando sus últimos nutrientes
en el frío campo de nostalgia.
¡Qué no se vaya esa enamorada!
Que se caen también del campo las
criaturas, los nidos de sus ramas.
¡Qué no se vaya!
como un helado clima conmovido
que hacía borrar hasta las columnas
del rosado cuerpo de un cirro.
Como si no la alcanzara,
ni a su roce dibujado de media luna
que emana del origen de la manzana
¡Su sonrisa parva!
Caía en un espacio de inmenso rocío
donde se mojaba hasta su alma
¡ Oh dolorosa de río doloroso!
Que en el movimiento de esa fuerza
se perdía su mirada.
Caía en un pleno aire de plaza,
pero de donde el sol se arrancaba
como huyendo del derrumbe de una
mina.
¡Oh casi congelada , mimosa!
Sin amor, sin nada,
dejando sus últimos nutrientes
en el frío campo de nostalgia.
¡Qué no se vaya esa enamorada!
Que se caen también del campo las
criaturas, los nidos de sus ramas.
¡Qué no se vaya!
(BENJAMÍN LORCA)